Invitame un café en cafecito.app Ir al contenido principal

DESTACADA

Traje de Baño Crochet - Desafío crochetero Gratis!

Un Nuevo Desafío  ¡Hola crocheters! Hace poco celebré mis 50 años de vida, y quiero compartir con ustedes la maravillosa sensación de sentirme más viva y segura que nunca. Nací en los años 70, la era de la música disco y los pantalones Oxford. Desde que recuerdo, la presión de la sociedad sobre la perfección del cuerpo era abrumadora. La época de las anfetaminas para adelgazar y la obsesión por alcanzar un estándar de belleza irreal crearon un entorno difícil. Más de la mitad de las chicas en mi curso, incluyéndome, luchábamos con la bulimia o la anorexia. El cuerpo debía ser perfecto, y amar el propio cuerpo tal como era parecía un desafío imposible. Pero hoy, a mis 50 años, celebro la victoria sobre esos estándares irreales. Me siento segura, fuerte y lista para abrazar mi verdadero yo. En este viaje de autodescubrimiento, decidí cumplir uno de mis sueños más preciados: usar un traje de baño tejido a crochet. Este traje de baño no solo es una prenda, sino un símbolo de amor propio y

ABRIENDO EL BAUL DE LOS FANTASMAS

Hace unos días, una de mis hijas descubrió un baúl lleno de fotos mías de mi infancia, mi adolescencia y mi juventud. Casi toda mi vida ahí documentada en imágenes. Una historia, una vida encerrada en un baúl que enterré y no quise abrir desde que llegué a vivir a la Patagonia, hace ya 20 años, ¡luz!


Se quien soy y cómo manejar mi energía de la mañana a la noche. Conozco mis límites y mis grandezas; conozco mis estados de ánimo de acuerdo al ciclo lunar. Me destruí para reinventarme conscientemente. Me ofrendé al Universo y conversé con Dios para aclarar los tantos. Encontré mi lugar en el mundo y construí un hogar. Fundé una familia, con el amor de mi vida, con el hombre que siempre soñé. Trabajo de lo que amo hacer y proveo en mi casa. Corrí la carrera de la vida, esa de la cual todos hablamos, esa carrera que solo corremos contra nosotros mismos. La gané.  Soy una mujer feliz. 
Sin embargo, hasta la semana pasada, un poco más de la mitad de mi vida y el origen de todo había estado ahí. Confinados en un baúl desterrado y abandonado en la casa de mi ex, el padre de mis hijos. Bien fuera de mi alcance, para no ser visto, para ser olvidado. Pero como una profesia que debía ser cumplida, un aburrido día de cuarentena, una hermosa princesa abrió inocentemente lo que parecía ser un tesoro y los fantasmas salieron libres, como dementores, a buscarme. Y me encontraron. 

Los fantasmas si existen, y yo siempre los vi. Nunca falla, cada vez que tengo miedos o siento presencias frías cerca de mi, sé que me han venido a anticipar una crisis. Me sucedió desde chica y con el tiempo empecé a entender que no era necesario tenerles miedo, sino que debía estar atenta. Ahora sentía sus presencias y supe enseguida que había llegado el momento de hacerme cargo.

La sobredosis de recuerdos es abrumadora, vamos a empezar por el principio:


Nací en un hogar "tipo", clase media con aspiraciones, papá, mamá y dos hermanos. Vivíamos en un lindo barrio. Aunque había costado un poco, compramos una casa cómoda para los cinco. Iba a colegios privados y obviamente no escaparía de la universidad. La estructura en la que debía encajar estaba siempre bien señalada por mi padre, el Capitán: primero se estudia, luego se pone de novio, luego se convive, se casa y tiene hermosos hijos. Y obviamente por ser mujer, aunque haya ido a la universidad debe quedarse en casa, bueno, aunque sea unos años hasta que los hijos entren a primaria. 

En casa aprendí que ser mujer era una ciencia bastante indescifrable y muchas veces injusta. Ser madre estaba bien, pero sin exagerar, a los hombres no les agrada las mujeres que se abocan a sus hijos, se olvidan de maquillarse y arreglarse. Había que ser profesional, para poder conversar cosas interesantes; a diferencia de mi mamá que hablaba cosas poco importantes porque  no había terminado ni la secundaria y por lo tanto no podría valerse por sí misma y separarse dignamente de su marido. Una mujer debía ser esposa elegante, bonita, delgada que cuenta chistes y siempre se ríe. Todo eso podría garantizar el éxito de su vida, como le paso a la mejor amiga de mi mamá, que además de un dulce marido tenía un amante que era justamente mi padre...pero ella era hermosa, alta, flaca, elegante y siempre alegre.

Cuando yo era muy pequeña, mi madre tomaba anfetaminas para poder ser delgada y asemejarse al ideal femenino impuesto por alguna degenerada cultura occidental. Ella se encargó de que yo no me transformara en una "vaca indigna de marido" como solía decirme cuando usaba ropa blanca -creo que ese es el motivo por el cual solo pude usar un vestido de novia a los 45 años, y no era demasiado blanco. Antes de cumplir 15, mi mamá decidió que para que luzca bien en los vestidos, sería bueno que tomara algún suplemento para adelgazar, como por ejemplo las pastillitas rosas que me dormían antes de cenar. Creo que en ese entonces no se entendía bien el asunto de las anfetaminas.

Mi padre viajaba por el mundo con uniforme de Capitán, era el hombre más buen mozo del mundo, según una larga lista de mujeres. El tenía poco tiempo para ocuparse de mi figura o de cualquier otro asunto; era un hombre muy dedicado a su carrera, y a sus artes marciales, a su meditación, a sus deportes, a las amigas de mi mamá...bueno, estaba siempre ocupado en asuntos mas importantes: Tema de adultos y los niños no deben molestar.

De mis comienzos recuerdo grandes viajes exóticos como India, Marruecos, Rumanía. Viajes en barco alrededor del mundo siguiendo a mi papá, el capitán. La mayoría de las veces, viajaba mi mamá sola y nosotros nos quedábamos con mis abuelos, los seres mas buenos del universo. Ella aprovechaba que estaban sus amorosos padres, y viajaba a encontrarse con su apuesto capitán en algún puerto, en algún lugar lejano del mundo. Eso debió haber sido como un sueño de princesas para ella. 

Los viajes que yo recuerdo haber hecho fueron increíbles. Desde pasar de un remolcador en movimiento a la escalerilla del barco hasta comer en un hotel lujoso en el centro de la selva en la India o coimear oficiales comunistas para poder bajar a tierra a reponer provisiones. 

De todos mis viajes en barco atesoré varias cosas: fobia a los peces, que aún no logro resolver. Una cabeza bien abierta, porque desde muy pequeña pude conocer otras culturas. El hábito de la meditación, porque entre puerto y puerto había semanas de mar y horizonte. El idioma inglés, que me ayudaba a comunicarme con quienes conocíamos. Lo demás son fantasmas.



Comentarios

Entradas populares